Una madre de familia costarricense de 37 años, quien tiene nueve años de haberse radicado en Venezuela, relató al periódico La Nación en Costa Rica, cómo las personas tienen muchas necesidades espirituales además de alimentos y medicamentos.
“A la iglesia llegan muchísimas personas con la problemática de que están deprimidos. Quieren morirse. Como no encuentran una solución, se han refugiado en Dios (...). Son muchas las personas que atendemos en la iglesia con hambre, con deseos de suicidarse por la desesperación”.
Alexandra Arias, se fue junto con su esposo a Venezuela por una oportunidad de negocio que le habían ofrecido a él, en donde vivirían mucho mejor. Y así lo fue hasta hace cuatro años cuando la crisis estalló en ese país. La empresa para la que trabajaba su esposo comenzó a tener problemas para obtener la materia prima lo que ocasionó que él se quedara si trabajo.
Para sobrevivir, la familia vende huevos entre los miembros de su iglesia. A la semana, se ganan unos 15 dólares, apenas una cuarta parte de lo que cuesta un poco de pan, leche y queso, con lo cual un hogar de cinco miembros, como el de ella, puede “medio comer”, le indicó a La Nación.
La tica forma parte de una iglesia donde, cada domingo, asisten con alimentación a 400 niños. “La educación es pobre, los hospitales ni le cuento. Como iglesia que nosotros somos, tenemos la oportunidad de ir y dar la palabra de Dios en esos lugares, es terrible” narró Arias.